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Adiós a la U de la felicidad: la juventud sufre crisis de bienestar

Durante décadas, la curva del bienestar humano se ha representado como una «U». La juventud, ese tiempo de vitalidad, ilusión y energía, era considerada el punto alto de la felicidad; luego venía la mediana edad, cargada de responsabilidades y tensiones, para finalmente resurgir en la vejez con sabiduría, aceptación y un renovado sentido de propósito.

Esta narrativa ha sido ampliamente aceptada tanto en la cultura popular como en muchos estudios psicológicos. Sin embargo, una investigación reciente ha puesto en tela de juicio esta visión.

El estudio conjunto entre la Universidad de Harvard y la Universidad de Baylor, publicado en la prestigiosa revista Nature Mental Health, ha encendido una señal de alerta global. El Global Flourishing Study —uno de los mayores esfuerzos de medición del bienestar jamás realizados, con más de 200.000 participantes de más de 20 países— ha encontrado que la tradicional curva en «U» de la felicidad se está aplanando, y que la juventud ya no lidera los niveles de bienestar.

El florecimiento se desvanece: hallazgos del estudio

Este ambicioso estudio redefine el concepto de felicidad bajo el término más amplio de «florecimiento humano». El florecimiento incluye seis dimensiones fundamentales: felicidad y satisfacción con la vida, salud física y mental, sentido de propósito y carácter, relaciones cercanas, y seguridad económica. A través de estas métricas, los investigadores descubrieron patrones inquietantes.

La curva en «U» tradicional parece transformarse en una «J» invertida. El bienestar permanece bajo desde los 18 hasta los 50 años, y solo después de esa edad comienza un repunte. El segmento más afectado es, precisamente, el de los jóvenes adultos (18 a 29 años), quienes muestran marcadas caídas en todas las dimensiones: salud mental, percepción de propósito, relaciones personales, y estabilidad financiera.

Además, el estudio revela que países con ingresos medios como Indonesia, México o Filipinas reportan mayores niveles de florecimiento que potencias económicas como Japón o Reino Unido, lo que demuestra que el bienestar no depende exclusivamente del ingreso económico, sino de factores culturales, comunitarios y emocionales más profundos.

Cuando la curva se aplana: los factores invisibles

Más allá de los datos estadísticos, considero fundamental —desde mi rol de coach de vida y observador cercano del comportamiento emocional de las personas— analizar las causas profundas y contextuales que podrían explicar este fenómeno, en especial en lo que respecta a los jóvenes.

Estos factores, aunque no todos sean abordados directamente por el estudio, reflejan mi interpretación y experiencia acompañando procesos de búsqueda de bienestar y propósito:

1. La pandemia: un antes y un después en la forma de vivir

El covid-19 no solo detuvo al mundo, sino que alteró radicalmente la manera en que las personas —sobre todo los jóvenes— se relacionan. El aislamiento prolongado, la educación virtual, la cancelación de eventos vitales (graduaciones, primeros empleos, viajes) y el duelo por la pérdida de seres queridos generaron una carga emocional sin precedentes. El teletrabajo y la hiperconectividad eliminaron las barreras entre lo personal y lo profesional, generando fatiga, ansiedad e insatisfacción crónica.

Este escenario erosionó una etapa crucial del desarrollo humano, pues la juventud es un periodo naturalmente social, lleno de exploraciones, vínculos presenciales y descubrimiento de identidad.

2. Redes sociales: espejismos de felicidad

La influencia de las redes sociales ha generado una cultura de comparación constanteInstagram, TikTok o YouTube nos presentan una vida idealizada, donde todo parece perfecto, editado y exitoso.

Este bombardeo constante de imágenes felices y cuerpos hegemónicos impone estándares inalcanzables, distorsionando la percepción que los jóvenes tienen de sí mismos.

A diario, observamos cómo muchos jóvenes se sienten fracasados por no estar «a la altura» de lo que ven en pantalla. Las redes muestran lo visible, pero ocultan las luchas internas, la ansiedad, las inseguridades. Este desbalance genera frustración, insatisfacción y un profundo sentimiento de no pertenencia.

3. El espejismo de la fama y la economía fácil

Vivimos en una era en la que se ha idealizado la fama digital. Se ha instalado en muchos jóvenes la creencia de que ser youtuber, streamer o influencer es el camino más rápido y deseable al éxito.

Aunque existen casos de éxito real, la verdad es que son excepciones. La mayoría se enfrenta a la frustración de no lograrlo, y a la sensación de haber perdido tiempo, propósito y oportunidades de formación sólida.

Este fenómeno ha creado una expectativa de «vida fácil» que desvía a muchos del valor del esfuerzo, el estudio, la resiliencia y el desarrollo de un proyecto de vida con fundamento.

4. El factor latinoamericano: juventud en sacrificio permanente

En nuestra región, el escenario es aún más complejo. En América Latina, el deterioro económico, la violencia, la inseguridad y la falta de oportunidades empujan a millones de jóvenes a migrar. No lo hacen por aventura, sino por necesidad. Y en esa travesía, dejan atrás su red de apoyo, su identidad profesional y, muchas veces, sus sueños.

Me conmueve ver a jóvenes que fueron ingenieros, abogados o contadores en sus países, desempeñando trabajos precarios en el extranjero, para enviar dinero a casa y sostener a sus padres o hermanos. Este tipo de juventud no es libre. Está condicionada por la urgencia, por el deber, por el desarraigo. Es una juventud que no tiene tiempo de ser joven. Y ese desgaste emocional, físico y espiritual, también erosiona el florecimiento.


5. Apostar por la esperanza: el florecimiento como decisión

Frente a este panorama desafiante, me niego a creer que la historia esté escrita. El bienestar, aunque golpeado, no ha desaparecido. Solo necesita ser reconquistado.

El florecimiento no es un punto automático en la línea de vida. Es una construcción. Es elegir cada día con qué alimentar nuestra mentecon quién conectar nuestro corazón, y hacia dónde dirigir nuestros pasos. Significa reconocer que la comparación es tóxica, que la autenticidad es valiosa, que el esfuerzo sigue siendo un camino válido.

A los jóvenes les diría: no se queden en la superficie. Exploren su interior. Pregúntense qué les da propósito. Busquen relaciones genuinas, no likes. Abracen el fracaso como parte del proceso y pidan ayuda si la necesitan.


Y a quienes hoy están lejos de casa, trabajando más de lo que sueñan, que no olviden que el bienestar no es un lujo reservado para otros. También es para ustedes. Incluso en medio de las responsabilidades, es posible reservar un espacio para el descanso, el crecimiento personal y la alegría auténtica.

La juventud puede estar atravesando una crisis, pero también es el periodo más fértil para transformar el rumbo. Porque incluso cuando la curva de la felicidad se aplana, el alma humana —con intención, conexión y propósito— puede volver a elevarse. Y en esa elevación, está la esperanza.

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