Fue una decisión cargada de significado, pues está íntimamente vinculada a los hilos de mi historia familiar. La realidad venezolana nos llevó a un exilio lleno de desafíos, pero también de oportunidades para crecer y valorar lo esencial. Fue una etapa dura, marcada por nostalgias y silencios, pero siempre anclada en nuestro amor por la familia. La distancia física de mi esposa, hijas y nietos fue un sacrificio enorme, pero verlas florecer como mujeres fuertes y madres amorosas me llenó de orgullo y alegría.

El nacimiento de mi primer nieto, Matías, en 2018 marcó el inicio de una nueva etapa en mi vida, una etapa en la que he encontrado propósito en cada uno de mis nietos. Ellos son razones suficientes para aportar a este momento de mi vida donde la felicidad se me presenta en un solo abrazo y cada emoción la vivo con todos mis sentidos.

Escribo para mis nietos, pero también para quienes sienten que, a pesar de haber crecido, siguen buscando respuestas profundas sobre cómo vivir con más autenticidad, propósito y alegría. Creo firmemente que el bienestar no se encuentra en lo que tenemos, sino en lo que somos. Por eso, mi escritura invita a volver a lo esencial: a mirar el mundo con los ojos de un niño, a recuperar la capacidad de asombro y a reconectar con nuestras emociones más genuinas.

Mi trilogía de libros —Cartas a Matías, Cartas a Ignacio, galardonado en ILBA 2023, y Cartas a Emma y la filosofía del Señor de las Verduras— nace del deseo de dejar un legado emocional y espiritual que trascienda generaciones. Cada carta, cada reflexión, es un intento por tocar el corazón del lector y recordarle que la felicidad no está perdida: solo espera ser redescubierta en la simpleza de lo cotidiano.

Hoy acompaño a personas y organizaciones a mirar hacia adentro, a cultivar relaciones más auténticas y a liderar con humanidad. Desde la ternura de una carta hasta la fuerza de una conferencia, sigo apostando por un mundo donde el desarrollo personal y el amor sean las verdaderas herramientas de transformación.